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Humedales de la Comunitat Valenciana

Humedales de la Comunitat Valenciana

Esta semana, como cada 2 de febrero desde 1971, se ha celebrado el Día Mundial de los Humedales (DMH) y con él la firma del Convenio RAMSAR sobre la conservación de los humedales. Este año ha sido el 50 aniversario del Convenio que predica que la diversidad cultural y biológica de estos ecosistemas benefician al ser humano de forma directa, tanto física como psicológicamente. Y que además, incluye en su lista un total de seis humedales en las tres provincias de la Comunitat Valenciana.

CASTELLÓ: Prat de Cabanes-Torreblanca

VALÈNCIA: Albufera de València, Pego – Oliva

ALACANT: Pantano de El Hondo, Salinas de Santa Pola, Lagunas de La Mata y Torrevieja

Los humedales y el agua ha sido el lema de 2021 dedicado a la importancia de recuperar y proteger estos ecosistemas, que resultan esenciales para la supervivencia humana frente a la latente crisis del agua. Ya que, nosotros solos ya utilizamos más agua de la que la naturaleza puede reponer, y lejos de optimizar su uso, estamos participando activamente en esta destrucción de los humedales, que ha llegado a una pérdida directa del 64% desde 1900 y una tasa de desaparición actual mucho más rápida que la de la desaparición de los bosques.

Son muchos los factores que recalcan la importancia de estos ecosistemas así como su protección y preservación para el equilibrio vital del planeta. Ya no sólo porque crean núcleos de biodiversidad irremplazables, sino por su esencial influencia también sobre la vida humana.

Como ya sabemos, el agua dulce es cada vez más limitada pues constituye sólo un 2,5% del agua total del planeta.

Bien pues es importante saber que de este pequeño porcentaje, nosotros sólo podemos utilizar el 1%, ya que el resto se encuentra almacenado en glaciares y acuíferos subterráneos. En esta situación, los humedales tienen un importantísimo papel funcionando como esponjas que almacenan el agua de los ríos cuando estos se desbordan, asegurando la pureza del 0,3% de agua dulce restante, la que se almacena en ríos y lagos.

En su simple existencia reside la supervivencia del ser humano y de otras muchas especies de fauna y flora endémicas.  Esto se debe a que están formados por una capa de agua, previamente purificada de forma natural por los pantanos, cuyo espesor varía con las estaciones.  En su función de esponja actúa acumulando el agua y liberándola poco a poco en función de las condiciones climáticas, de modo que asegura  la supervivencia de muchas especies en las épocas de sequía.

Pero esta no es su única función, ya que además de preservar la cantidad y calidad del agua, las raíces de su vegetación autóctona son excelentes para capturar los sedimentos y fijar el suelo frente a la erosión manteniéndolo así fértil.

En este ciclo de vida, los humedales suponen un paraíso de cría para todo tipo de seres vivos: peces, anfibios, aves, mamíferos, reptiles, insectos o crustáceos, manteniendo su reproducción y evolución. Además, albergan de forma ocasional a miles de aves migratorias y de forma permanente a cientos de especies, muchas de las cuales son endémicas, es decir, que se han adaptado para vivir exclusivamente en este hábitat y que su extinción dependerá de la degradación del mismo. Se calcula que, con la progresiva destrucción de estos ecosistemas, ya se han extinguido miles de estas especies endémicas.

Esta desaparición se agudiza con el cambio climático avivando el conflicto sobre el acceso al agua potable, sobre todo, en las zonas más áridas del planeta. Además, esta situación se agrava con el desecado de humedales para la construcción urbanística, derivando en que hoy día 1 de cada 3 especies de agua dulce están en peligro de extinción.

Hemos llegado a un punto en el que tenemos que adaptar nuestro modo de vida a los recursos naturales disponibles, y no al revés. 

Un buen comienzo sería tratar de ser más eficientes, ahorrando agua y energía, cuidando los alimentos olvidando los pesticidas y los tóxicos, reciclando, reparando o reutilizando cosas y tratando de ser feliz, ya que la felicidad genera deseo de construcción y no de destrucción.

Y si pensamos que para nosotros ya es demasiado tarde, pensemos en un futuro más responsable, que dependerá de la educación y conocimiento ambiental de los más pequeños. Porque puede que sean ellos los que transmitan estos conocimientos a sus adultos, y les enseñen a amar la naturaleza, haciendo senderismo, cicloturismo o estudiando aves, desarrollando un turismo sostenible y ecológico en los humedales de todo el mundo.

 

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